La pruebas complementaria más importante es la Fibrolaringoscopia, que consiste en la introducción de un fino tubo flexible acoplado a una cámara, por la nariz, hasta la garganta y laringe. Es una prueba sencilla que casi nunca requiere anestesia y muy bien tolerada, incluso en niños pequeños.
Las cuerdas vocales también se pueden inspeccionar mediante un tubo rígido que se introduce por la boca apoyándolo en la lengua (Telelaringoscopia y Estroboscopia) y que nos permite valorar mejor la función vocal, sobre todo en aquellos casos en que otras pruebas no revelan alteraciones significativas o los que precisan un alto rendimiento de la voz (cantantes, educadores, conferenciantes…)
A veces es necesario la toma de exudados nasales o biopsias.
En los casos de roncadores es necesaria la realización de una Poligrafía Respiratoria que aclare si nos hallamos ante una roncopatía simple o una apnea del sueño.